«Sobre todo sé franco contigo mismo, y así no podrás ser falso con los demás”, Shakespeare.
Ser sincero con uno mismo es la clave para poder vivir de forma coherente, de forma auténtica. Ser sincero con uno mismo es la clave para ser feliz. Qué fácil suena y, sin embargo… ¿qué hacer cuando aparecen los miedos, los falsos pensamientos que nos libran de la envidia, del dolor? Ser sincero es abrir los ojos para mirarse los adentros, sin ánimo de juicio, y entender qué estamos cubriendo con el autoengaño, ¿qué hay debajo de él? Somos más fuertes que el dolor, pero, a veces, lo olvidamos por el miedo. En ocasiones, es necesaria ayuda para afrontar la verdad, lo que llevamos dentro, y fortaleza para pedirla.
El que no mira lo que lleva dentro, se mira desde fuera, y se condena a no poder mirar ningún adentro, aunque sea ajeno.
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Estas son algunas de las palabras y emociones que acompañan un momento o proceso de crisis existencial, o lo que es lo mismo, un conflicto del eigenwelt, del mundo propio.
Pero, ¿en qué consiste una crisis existencial, más allá de su sintomatología?
La autoconciencia se cuestiona su propia conciencia: ¿quién soy? Produciéndose la alienación del Yo, al no encontrar respuestas. Este desconocimiento del self resta autonomía, lo que afecta de forma negativa al ejercicio de la libertad en la propia existencia, pues se diluye o difumina el proyecto existencial, al perderse el sentido de elección: la autodeterminación. Esto genera desesperanza, confusión, extrañeza y distanciamiento del Yo, manifestados mediante el bloqueo de la parte emocional- vivencial.
Esta crisis del eigenwelt afecta, también, al mundo de las interrelaciones (con los demás), al mitwelt: al estar alienado de sí mismo, uno puede lanzarse al mundo exterior, en busca de un otro; como forma de reducir la angustia de ese vacío interno; como forma de olvidar, de negar el conflicto existencial. En este caso, la identidad quedaría sostenida únicamente sobre los demás. No habría lugar a un verdadero encuentro Yo- Otro, pues la empatía se erige sobre la autoconciencia, sin ella estaría condenado a la inautenticidad, a vagar pseudorelacionándose. O bien puede recluirse, distanciándose del mundo social, quedándose en esa nada de un Yo que parece haberse perdido, hasta incluso, aniquilarlo. Esta huida hacia la soledad, de forma drástica, puede desembocar en forma de psicosis; pues la existencia, el ser uno, y no otro, se da en relación significativa con un otro. Es decir, la conciencia del Yo va unida a la conciencia del Mundo.
¿Cómo trabajar estos procesos desde la Terapia Focalizada en la Emoción/Emotion-Focused Therapy?
Disfunción emocional esquemática: escisión del Yo.
Esquema desadaptativo del sí mismo en el mundo.
Pérdida de control.
Vulnerabilidad, desesperanza, indefensión… Malestar (emociones primarias): son el resultado de esquemas emocionales desadaptativos primarios, o de emociones secundarias y secuencias cognitivo- emocionales complejas.
Inseguridad (emoción primaria desadaptativa): sensación de desvalimiento + creencias disfuncionales (expectativas asociadas). Conforman el esquema emocional desadaptativo central.
Enfado, tristeza, la naúsea de Sartre: emociones secundarias.
Al no tener acceso a la emoción primaria, se produce la respuesta de desorientación o bloqueo. Y, como las emociones primarias poseen una estructura problemática, al dejar al sujeto en un estado de fragilidad, se produce la emoción secundaria de enfado, tristeza, o hastío.
Además, existe un conflicto en la generación de significados; tanto a nivel cognitivo- conceptual, pues la narrativa, el significado intelectual del ser, de la vida, se cuestiona; como a nivel emocional- vivencial, pues se ha perdido el significado emocional- existencial de la vida, produciéndose una desconexión con el vivir. Al encontrarse el significado sentido anulado/ contradicho/ dominado por el significado conceptual, se produce una escisión del Yo, un extrañamiento del sí mismo, y un vivir “en falso”. La simbolización se ve mermada, al no hacer uso de la información contenida en la respuesta emocional, dando lugar a las emociones primarias desadaptativas (inseguridad, desvalimiento); y, las secundarias (enfado, tristeza), que generan inautenticidad e inadaptación.
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