NOMBRAR ES CATÁRTICO
El fantasma es lo inconsciente, lo no sabido, pero latente.
Uno es esclavo de lo que habita en él, y no conoce. Uno se hace dueño al nombrarlo.
Es curioso, porque estamos acostumbrados, desde pequeños, a poner nombres y motes a los seres que nos rodean; pero nunca nadie nos dijo que también había que bautizar lo que uno lleva dentro.
El miedo a mirar los fantasmas, lo no conocido, conduce a un tipo de fracaso sistemático: tropezar con la misma piedra. No se trata de que al hacer consciente lo inconsciente, y trabajarlo, ya no vaya uno a deprimirse o preocuparse de más por algún asunto. Si no que contará con las herramientas para darse cuenta de cómo manejar lo problemático, tornándose un ser solvente, es decir, capaz de desarrollar con eficacia y efectividad lo venidero y lo vivido.
Huir de los miedos nos convierte en corredores acechados por su sombra, pero ninguna sombra es, en realidad, tan grande como en la imaginación.
Sin embargo, a veces, uno es dominado por sus sombras, y necesita ayuda para enfrentarlas.
¿A qué esperas para aflojar la opresión de tus fantasmas?
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