Testimonio de un joven de 28 años (Madrid):
«Aún recuerdo cuando era pequeño, cómo los niños podían comenzar a pegar o insultar a otro niño, simplemente para sentirse uno más del grupo. Confieso que alguna vez yo también insulté o di una patada a otro chico, y, en el fondo, lo que latía debajo de esa terrible acción no era más que el miedo a poder ser yo también aquel blanco. De alguna manera, el participar en el pegar o insultar, implicaba pertenecer al grupo, y permitía asegurarse seguir en él”
Testimonio de una joven de 24 años (Madrid):
“Me acuerdo de un niño con quien fui al colegio, pasé toda mi infancia viendo cómo ese niño era motivo de burla, desde los cuatro hasta los doce años. Le pegaban, le insultaban… A veces, incluso algún profesor llegó a golpearle. Se crió con padres ausentes, supongo que portarse mal era su forma de llamar la atención, de reclamar afecto. Pero la gente no supo entenderlo, de hecho, hasta hace algunos años, yo tampoco. Y su mala conducta en el colegio sólo se retroalimentaba con el mal trato que recibía. Hace poco, le busqué en Facebook. Me impactó su mirada, en cualquiera de las fotos tenía una mirada perturbada: como si el miedo y el sufrimiento se hubiesen tatuado en sus ojos”
¿Qué lleva a un niño a querer pegar a otro? Freud, en 1919, en su obra «Pegan a un niño», hablaba de ello aludiendo a una fantasía sádica. Pero, ¿qué hay bajo esa fachada de sadismo? Normalmente, se esconden niños maltratados en sus propias familias, que reproducen, de forma activa (como agresores) contra otros niños en la escuela, la conducta que en su casa viven de forma pasiva (como víctimas). El niño que necesita pegar, que necesita insultar, no es un niño feliz. A veces, los medios de comunicación y la bibliografía, tienden a focalizar la atención en una sola víctima. Sin embargo, en todo acoso escolar, en todo caso de bullying, hay dos víctimas.
Madrid se sitúa en quinta posición, entre las comunidades autónomas con menor índice de acoso, según CCAA (septiembre 2014- junio 2015).
El mayor número de víctimas es de género femenino, tanto en el acoso como en el ciber-acoso, y existen más casos de acoso (9,3%) que de ciber-acoso (6,9%).
Estas situaciones se desarrollan, en la mayoría de los casos, mediante insultos directos, aunque también se establecen dinámicas de insulto indirecto, difusión de rumores, robo o daños a la propiedad, golpes físicos, exclusión y amenazas.
Cuando se pregunta a los agresores por qué lo hacen, la respuesta más común es “no lo sé”, seguida de “para gastarle una broma” o “por molestarle”. A la cola de estas tres respuestas, predominan otras como: “por venganza”, “porque le tengo manía”, “porque me provocó” o “por sus características físicas” (según Save the Children).
Programas como Proyecto Bullying, sirven para dar visibilidad a esta problemática. Sin embargo, se trata de crear conciencia entre los niños, desde pequeños, para erradicar estos abusos, desde el momento en el que surjan. De aumentar la seguridad en sí mismos, la empatía por el otro, y, así, la propia autoestima.
Siempre dicen «quien te quiere no te lastima», en este caso, más bien sería «quien se quiere, no te lastima».
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