Hoy en día, es común acudir al psicólogo cuando uno se siente triste, ansioso o preocupado. La figura del psicólogo ha logrado, en los últimos años, despegarse de aquella imagen de loquero al que sólo acudían “dementes”. Sin embargo, parece seguir costando lanzarse a pedir ayuda de un profesional de la salud, y, muchas veces, pese a uno sentirse mal, se esperan varios meses a iniciar un proceso terapéutico, con la esperanza de no tener que llegar a comenzarlo; o se acude a terapia desde el comienzo de la necesidad, pero se mantiene en secreto ante amigos y conocidos, como si fuese motivo de vergüenza.
Cuando a una persona le duele la garganta o la tripa, acude al médico de cabecera rápidamente, con temor a padecer algún tipo de enfermedad, o, en la mayoría de los casos, para recibir un tratamiento. Y se comenta con naturalidad el haber ido al médico. Pero, ¿por qué no pasa lo mismo cuando lo que nos duele no es observable? Cuando nos duelen los sentimientos y los pensamientos, parece más fácil negar la problemática, y, por tanto, negar la necesidad de ayuda. Pero la negación no elimina los hechos (los afectos/pensamientos), sólo hace vigente la dificultad de asumirlos.
Parece que vivimos en una sociedad que tiene miedo a sentir, a sentir emociones negativas, a sufrir. Una sociedad que tiene dictado como norma ser feliz, y lo contrario debe ser ocultado.
En mi opinión, uno debe intentar ser feliz en la medida de lo posible, y esta felicidad consiste en poder disfrutar de la vida y sus pequeñas cosas, aceptando el dolor y la tristeza cuando aparecen; e intentando lidiar con ellas, para entender sus significados y permitirnos ser nosotros mismos. Y, a veces, uno solo no puede descifrar sus emociones, ya sea por miedo, falta de tiempo, necesidad de un punto de vista externo… Conflicto que ayuda a resolver un profesional de la psicología.
Una persona que se prohíba estar triste está condenada a la infelicidad. Uno tiene que cuidarse, porque es sinónimo de quererse, y este es el primer paso para poder ser feliz.
En esta línea, algunas personas nos han comentado su opinión sobre ir al psicólogo:
M., 22 años:
“No es la primera vez que antes de ir a un psicólogo me asaltan dudas y temores. En otras ocasiones, me he planteado si debería consultar uno, y no lo he hecho por ese miedo o vergüenza a mostrar debilidad.
Supongo que es fácil ir a la consulta de un médico para hablarle de un dolor de cabeza, y que me despache rápidamente con algún medicamento recetado, sin preámbulos ni preguntas. Sin embargo, eso de sentare en frente de alguien a contarle lo que me perturba y no me deja dormir por las noches, se me hace cuesta arriba. No es fácil mostrarse a uno mismo tal y como es, en esencia plena, sin disfraces ni corazas.
A veces soslayo que es humano sentir miedo, tristeza, apatía, o incluso ganas de morir, en alguna ocasión, pero parece que el mundo no está dispuesto a que digamos esto en voz alta, y, más bien, lo ha convertido en una vergüenza o un tabú”.
L., 25 años:
“Fui al psicólogo cuando era pequeña, y la verdad que me ayudó muchísimo. Hay gente que cree que no es necesario este tipo de especialista, porque es una “chorrada”, pero pienso que su función es muy importante. El simple hecho de que una persona te escuche, ya es de ayuda, pero si, además, sabe indagar en ti y darte puntos de vista diferentes que te hagan pensar, e, incluso, recapacitar, es aún más importante.
El miedo a ir al psicólogo no siento que sea por uno mismo, sino por el qué dirán. A día de hoy, hay personas que no se atreven, por así decirlo, a decir en voz alta que necesitan ayuda de esta clase de especialistas, o que ya están siendo ayudados por ellos. Muchas veces se dice “qué valiente eres por dar ese paso”, pero, desde mi punto de vista, es como decirle a alguien que se ha clavado algo en un pie, que qué valiente es por ir al médico a que se lo saquen.
Ir al psicólogo es un paso que hay que dar cuando te encuentras mal contigo mismo, o en alguna situación de tu vida. No quiere decir que estés “loco”, ni mucho menos, es saber cuándo necesitas ayuda”.
¡Muchas gracias por vuestra opinión!
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